Sentado sobre una silla de nubes en su casa en el cielo, Dios mira su creación con gesto interesante. Una manta de terciopelo azul eléctrico le cubre la espalda llena de pelos. Es un tipo moderno pero natural, eterno detractor de la fotodepilación y la cera con olor a chocolate.
Come canchita mientras hace zapping en su tele tamaño muy-gigante con ultra HD. Parece aburrido.
De pronto, en uno de sus canales de televisión, aparece una mujer cualquiera, con una vida común, que vendría siendo para nosotros algo similar a ver un canal comarcal con mala señal donde sólo echan series pasadas de moda.
−A ver qué tal esta chica… uuuuhh ¿eso es un grano?−Dios congela la imagen y hace zoom. Su interés por el acné es algo que jamás nadie entenderá −Vládimir, alcánzame el expediente de Gabriela Dominguez 2015. ¡Venga, vamos, rápido!
Y va Vládimir, tan rápido como puede, que es poco porque es enano y todo lo tiene corto (y siempre va desnudo y se rasca y en fin…)
Sus piernitas enanas se tropiezan porque no es fácil ser un enano de Dios, pobre. Llega hasta el sótano de la casa, que es más o menos por donde transitan los aviones, para que se hagan una idea.
Cuando al fin llega al almacén, le pide a la recepcionista el expediente encargado.
−Es curioso que pida este. Habiendo tantos… digamos, más interesantes. –La rubia, bien dotada con una sola nalga enorme y 3 tetas estupendas, resulta aún más grande de lo que es en realidad, al lado del enano −Casi nunca revisa los expedientes y para una vez que lo hace, mira lo que elije. No hay quien lo entienda. Yo le eché una mirada, porque ya sabes, acá una se aburre soberanamente y a veces tengo que entretenerme.
El enano, que en vida fue un hombre grande y fornido, no puede dejar de lado su esencia libidinosa y mientras ella le cuenta y habla y habla, él no puede evitar imaginarla «calladita».
−Sí, sí, este lo leí alguna vez… Sin duda curioso que lo pida.
−Yo soy un mandado, nena, anda dame mis papelitos, que el viejo se pone pesado– el enano tiene una pequeña erección que anima a la rubia.
−Aquí tienes, chiquito, tú siempre tan mimosón–Se ríen cómplices admirando la furia ridícula del pequeño hombre que, subido en un cajón para llegar al mostrador, extiende una de sus manitas peludas hasta alcanzar un pecho de la chismosa recepcionista. A medio camino de la mano a la blusa, suena por un altavoz: Vládimir, i’m watching you!
El enano lujurioso baja del cajón asustado, guiña un ojo a la rubia y corre hasta la habitación donde Dios ve la tele. Agitado le entrega el expediente. Abre. Página 1 y mientras lee se atora con un Dorito sacado de una bolsa casi tan grande como para tener dentro la producción mundial de la marca en su año récord en ventas.
− ¡Agua, coño, agua! −grita de pronto al borde de la asfixia.
Y se desata la lluvia en el sur de USA.
−Ohhh no… ¿cuántos fueron?
A veces parece inexplicable que un ser tan importante como Dios no pueda controlar mejor sus atoros y demás problemas gástricos, pero hay quien dice que es natural, siendo tan mayor y eso.… Y ni qué decir de su afición a la bebida; por algo todos los bartenders van al cielo. Directo a la esclavitud, claro. Venga a hacer mojitos para Dios, el ser con más aguante de alcohol en sangre que se haya visto jamás.
El problema no es la muerte que ocasiona en sí, ni tampoco que todos luego estén quejándose de porqué Dios ha permitido que tanta gente inocente muera en el desastre, sino más bien, el montón de faena acumulada que el jefe produce con sus caprichos. Los funcionarios del cielo tienen que atender miles de peticiones de entrada. De golpe y porrazo, se encuentran con colas interminables, registros, asignación de camas, recolocación de acuerdo a actos de caridad y una cantidad de trámites que lo complican todo. Y Dios sigue comiendo como un cerdo, si el tema no es con él, qué va.
−Se me fue el Dorito por otro lado –dice excusándose con una risita cachonda.
Mientras tanto en la tierra, Gabriela Dominguez, redacta sus propósitos para el nuevo año 2016. En sus 29 años de vida, no recuerda haber cumplido con esas listas jamás, pero ahí sigue ella, con la fe a desbordar.
Continuará. (O no)
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